Lo fácil sería no reconocer mi gran amistad con Miguel Barbosa –para cumplir con los requisitos de los falsos puritanos del oficio–, pero a los amigos, y más a uno tan entrañable como lo fue para mí el exmandatario, no se le niega
Historias de un joven reportero
Por: Gerardo Ruiz / @GerardoRuizInc
Cuando inicié como reportero hace más de 10 años, uno de los primeros consejos que recibí fue “los políticos no son amigos de los periodistas y viceversa”.
Entendí en mis primeros años ejerciendo el oficio, muy cercano a lo ideológico y poco a lo razonal, que los políticos eran nuestros enemigos y se merecían trato de tal con mi pluma y grabadora de por medio.
Así, como reportero de la fuente de política me mantuve alejado de todos aquellos hombres y mujeres de poder que brindaban algún gesto amable o un viso de amistad.
Ver: El punto de quiebra entre Monreal y Armenta
Siempre pensaba que había alguna mala intención oculta.
En mis ideales como reportero estaba buscar fuentes certeras y no amigos de conveniencia o coyunturas que se movían es las esferas del poder.
El oficio, subjetivo como lo es, me hizo cambiar de opiniones.
Claro que los periodistas creamos lazos afectivos con nuestras fuentes.
Siempre he dicho que el reportero crea muy buenos amigos, pero también muy malos enemigos.
Es parte de ejercer esta rara profesión.
Al final de cuentas, quienes hacemos periodismo somos sujetos que creamos afectos y amistades.
Personas en su esencia que cuentan historias.
Sujetos que esconden sus sentimientos en un cajón cada vez que escriben sus notas.
En lo particular, todas mis entregas llevan parte de mi vida, mi historia, mis sentimientos están implícitos.
Un gran amigo, el empresario Pepe Hanan, en alguna de nuestras muchas pláticas me dejó un sabio consejo “no siempre se tiene la dicha de tener a un amigo como gobernador”.
Para nadie es un secreto la amistad que mantenía con el exgobernador Miguel Barbosa.
Sí, más allá de nuestra condición de periodista y político, puedo presumir la amistad con Miguel Barbosa.
Conocí al exgobernador en su intimidad, me abrió las puertas de su hogar y me dejó convivir con lo que más amaba: su esposa Doña Rosario Orozco y con sus dos hijos, Miguel y Rosario chica.
No solo eso, el amigo, con el que forjé una amistad desde que lo conocí en el 2018 en su oficina en su casa de campaña en la Colonia El Mirador, se convirtió en un confidente, en un mentor y en un maestro.
El exgobernador era un persona apasionada por los medios de comunicación, desde que se mudó a la Ciudad de México para hacer política en la capital del país.
Las charlas en su oficina en Casa Aguayo, en su búnker en el Hotel Crown Plaza, en alguna mesa del Restaurante Toks del Bulevar Hermanos Serdán, en la sala de su casa o en su privado en la sede del gobierno, eran interminables, llenas de chistes y de clases de historia, que era algo que distinguió siempre al exmandatario, quien era un obsesionado de los anales de México, de la izquierda y de su política.
El periodismo me hizo cercano a Miguel Barbosa y ahora el oficio me hace escribir esta muy triste entrega para despedir a un gran y entrañable amigo.
El destino me hizo estar con Miguel Barbosa en sus momentos más bajos, pero también en los más altos.
Ver: El cuento de nunca acabar: genovistas bloquearán DAP para la capital
En el 2018, estuve presente en su anexo habilitado en el Hotel Crown Plaza, a lado de la sala de prensa, cuando se enteró en tiempo real del Fraude Electoral del que fue objeto por parte de los Moreno Valle para arrebatarle su triunfo en las urnas de dichas elecciones.
Un año más tarde, también fui invitado a su festejo en el mismo lugar cuando derrotó a Enrique Cárdenes en los comicios extraordinarios del 2019.
En ese intermedio cuando se estaba peleando por la anulación de la elección ordinaria que le robaron, Barbosa y este reportero nos hicimos bastante cercanos, pues eran pocos los “amigos” que se mantuvieron con él durante este periodo de indefinición.
El cariño era genuino, generoso y mutuo.
Como gobernador, pude ver la cara más amigable y honesta de Miguel Barbosa. Conocí de cerca muchos casos que el exgobernador no hacía públicos en los que apoyaba a cientos de personas de escasos recursos que más lo necesitaban.
Miguel Barbosa era un ser humano excepcional.
Un amigo como pocos que he conocido en mi vida.
Un ejemplo como esposo y como padre.
Nunca imaginé que la despedida de un amigo sería tan dura y complicada.
Lo fácil sería no reconocer mi gran amistad con Miguel Barbosa –para cumplir con los requisitos de los falsos puritanos del oficio–, pero a los amigos, y más a uno tan entrañable como lo fue para mí el exmandatario, no se le niega.
Jamás negaré su amistad y su cercanía.
Sí, querido amigo, usted y yo nos entendimos desde el primer momento en que cruzamos palabra, como así lo mencionó en la última entrevista que me concedió junto con los compañeros Ignacio Juárez y Álvaro Ramírez.
Ver: La insultante desmemoria de la familia Mier
Claro que hay amistad entre políticos y periodistas.
Amistades que no se niegan y se presumen.
Gracias por todo, amigo.