Historias de un joven reportero
Por: Gerardo Ruiz / @GerardoRuizInc
El ya prófugo de la justicia José Juan Espinosa no se autoexilió, lo exiliaron.
Se equivocan todos aquellos quienes piensan que Espinosa Torres, por convicción propia, desapareció de Puebla por consejo de alguien más o por decisión propia.
La realidad es que el diputado local con licencia perseguido por varios delitos graves no supo entender las señales y siguió con sus bravatas, fantocherías y ofensas en contra del gobernador Miguel Barbosa y en contra de todo su equipo cercano de colaboradores como Gabriel Biestro, David Méndez, Verónica Vélez, entre otros.
Sin nada que ofrecerle a Barbosa Huerta o con un padrino a nivel nacional que intercediera por él, como así sucedía durante el régimen morenovallista cuando el “JJ” siempre encontraba el negocio o el cobijo de alguien más para que el siniestro Rafael Moreno Valle le perdonara sus berrinches y valentonadas, José Juan no tuvo más remedio que escapar del estado con el único objetivo de que la Fiscalía General de Puebla no lo detenga.
No resulta casulidad que “El Loco” José Juan también haya desaparecido de las redes sociales, a las que era tan adicto, pues el corrupto ex alcalde de San Pedro Cholula conoce a la perfección que, si se le ocurre publicar mensaje, ya sea en Facebook, Twitter, Instagram o hasta por whatsapp, podría ser geolocalizado para ser aprehendido de inmediato.
Insisto, lo de Espinosa Torres no es un autoexilio, es un escape con el objetivo de no terminar en una celda del penal de San Miguel o, directamente, en el Penal de Tepexi de Rodríguez.
Como sucedió con Eukid Castañón, quien tampoco fue lo suficientemente inteligente para interpretar las señales, José Juan Espinosa tampoco entendió que desde su traición al barbosismo al pactar con Martha Erika Alonso tras el fallo del TEPJF su declaración de non grato estaba finiquitada.
Pero, Espinosa fue más allá; utilizó, sin ningún éxito, a su esposa Nancy de la Sierra como moneda de cambio en la elección extraordinaria del 2019; continuó con sus afrentas y agresiones desde el Congreso del estado hacia Gabiel Biestro; jamás entendió que las renovaciones en la Fiscalía y Auditoría Superior del Estado no eran más que el inicio de su viacrucis; siguió con sus conspiraciones y montajes en redes y medio de comunicación afines, junto con Fernando Manzanilla y Alfonso Esparza, contra Miguel Barbosa.
“El Loco” José Juan fue el único que no entendió que su cabeza era uno de los principales trofeos para la cruzada contra la corrupción que se vive en Puebla.
La fuga, más no autoexilio, de Espinosa Torres también se puede comprobar con el incómodo silencio que han guardado su esposa Nancy de la Sierra y su hermana María del Carmen Espinosa, quienes no han publicado ni un solo mensaje de apoyo o en contra del barbosismo tras revelarse las ordenes de aprehensiones giradas por la FGE en su contra.
Ni la senadora de la República ni la regidora del Cabildo de San Pedro ya no se quieren manchar aún más con el tufo corrupto del “JJ”, quien ya las embarró lo suficiente al estar incluídas, en especial “La Muñe”, en la ruta del dinero con la que Espinosa lavó cientos de millones de pesos al ponerlas como propietarias de diversos inmuebles en Puebla capital, en las Cholulas y en Atlixco.
¿En dónde está José Juan Espinosa?
Esa es la pregunta que muchos se hacen.
Al decir de una fuente de extrema confianza, quien posee información del primer círculo del ex corrupto edil cholulteca, José Juan está escondido en algún país de Centroamérica, como así lo hizo en su momento el célebre ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte.
No se equivoquen, José Juan Espinosa no es un exiliado, es un prófugo de la justicia.
Y es que “El Loco” Espinosa no es un perseguido político, es un delincuente en calidad de no localizable.
Así de claro.
Las cosas por su nombre, por favor.