Historias de un joven reportero
Por: Gerardo Ruiz / @GerardoRuizPue
El miedo es la principal arma con la que los cárteles del huachicol se han apoderado de los municipios que integran el Triángulo Rojo de Puebla.
Ni los mismos policías estatales que están asignados a resguardar la zona, en la que se registra la mayor ordeña de ductos de Pemex y la venta ilegal del combustible robado, se atreven a enfrentar a los líderes huachicolores y a sus sicarios.
La paranoia y la teoría del miedo ya se apoderaron de la ciudadanía en el Triángulo Rojo. Las extorsiones, secuestros, asesinatos, robo de automóviles y cobros por derecho de piso son delitos cada vez menos denunciados en las localidades en las que las células del narcotráfico han instalado sus propias reglas y políticas.
Para muestra del terror con el que viven los habitantes y los policías en el territorio huachicol, les cuento la historia que me llegó hace unos días.
A un empresario constructor, originario de Zacatlán, se le fue asignada una obra de pavimentación en Cuautlancingo. Los trabajos comenzaron sin ningún contratiempo, pero a los pocos días, dos empleados fueron maniatados a punta de pistola para robarles una pipa de agua y un camión de volteo, ambos propiedad del constructor poblano.
Gracias a que ambos vehículos contaban con un chip geolocalizador, el empresario, quien fue alertado del robo por sus trabajadores, pudo ubicar de manera inmediata ambas unidades en las inmediaciones de Palmar de Bravo, santuario de los huachicoleros.
Con la ubicación en mano, el constructor se presentó en la Fiscalía General del Estado para levantar la denuncia correspondiente, aportar los detalles del robo de sus dos vehículos y otorgar la ubicación exacta de estos. Muy atento, el juez del ministerio público tomó la relatoría de los hechos y al llegar a la parte de la ubicación, interrumpió el dictado con el clásico “¡Uy, jovenazo! Ahí la cosa está pelona”.
Aunque el empresario dio las coordenadas exactas en las que se encontraban la pipa de agua y el camión de volteo, personal de la Agencia Especializada en la Investigación de Robode Vehículos y Asalto a Transportes en Carretera, de la FGE, le explicaron que no podían ingresar en la zona a menos que contaran con el respaldo del Ejercito Mexicano, pues se exponían a no salir vivos en su afán de recuperar las unidades robadas.
Estas mismas personas de la Fiscalía General también le comentaron al constructor zacateco que desde el enfrentamiento entre militares y huachicoleros en Palmarito Tochapan, la violencia se recrudeció y vivía su peor momento en el Triángulo Rojo.
Sin ninguna solución más que la de esperar a que se organice un operativo conjunto con la Policía Federal y el Ejército, el empresario tuvo que dar por perdido parte de su patrimonio, ya que —por el momento— es imposible realizar un enfrentamiento contra los bad hombres del Huachicol y menos para recuperar las dos unidades robadas.
La ley del huachicol impera en el Triángulo Rojo aunque el discurso oficial asegure que se está ganando la guerra contra el robo del combustible.
Vicente Fox prometió terminar con la rebelión indígena encabeza por el Comandante Marcos en quince minutos.
Ni con todo el esfuerzo sobrehumano que está haciendo el gobernador Antonio Gali podrá erradicar la mafia del Huachicol en 18 meses.
Historias como la hoy relatada se siguen acumulando.
Ni 15 minutos ni 18 meses son suficientes para eliminar un conflicto social alimentado y solapado desde gobiernos anteriores.