Lozano y José Juan: dos ejemplos de la decadencia de la política en Puebla

Tanto Lozano como Espinosa son dos políticos que han vivido los últimos quince años de los impuestos de los mexicanos, gracias a que ambos han prostituido sus carreras sin otro objetivo más que el de seguir mamando del erario.

Historias de un joven reportero

Por: Gerardo Ruiz / @GerardoRuizPue

José Juan Espinosa y Javier Lozano ignoran el descrédito que los poblanos sienten por la clase política. Al alcalde de San Pedro Cholula y al senador de la República les vale madre el repudio, cada vez más latente, que la sociedad expresa hacia sus representantes populares, funcionarios públicos y líderes partidistas.

La posible salida de Espinosa Torres de Morena tras fracasar como aspirante a la candidatura del partido marrón al gobierno del estado; y el regreso de Lozano Alarcón al Senado luego de ser despedido del gabinete estatal por el gobernador Antonio Gali, dibujan de manera perfecta todo lo que los poblanos aborrecen de sus políticos: el oportunismo, la gandallez y el descaro.

Ambos, José Juan y Lozano, Lozano y José Juan, describen la decadencia de la clase política a nivel nacional. El neomorenista (que ya agotó su amor por López Obrador) y el morenovallista (hasta que consiga otro puesto plurinominal) no entienden que no entienden.

Tanto Lozano como Espinosa son dos políticos que han vivido los últimos quince años de los impuestos de los mexicanos, gracias a que ambos han prostituido sus carreras sin otro objetivo más que el de seguir mamando del erario.

Lozano pasó de un marinista consumado a un fiel siervo de Felipe Calderón; al acabarse el sexenio caldernista, el eterno perdedor se aventó a los brazos del morenovallismo.

Al inicio del gobierno de Gali, Lozano fue impuesto con calzador en el gabinete, pero fue acomodado como el mil usos: vocero, jefe de la oficina del gobernador y hasta presentador de un talk show al estilo Laura Bozzo en el canal oficial de la administración estatal.

Para tener una salida digna del gobierno, Javier Lozano inventó que regresa al Senado para «impulsar una agenda legislativa y buscar abanderar al PAN en Puebla en el 2018», es decir, el nefasto legislador volverá a su escaño en la Cámara alta por menos de seis meses para otra vez pedir licencia y así buscar otro cargo el próximo año.

De ese tamaño es la hipocresía de Javier Lozano.

El caso de José Juan Espinosa es digno de un análisis psicológico de personalidad múltiple y mitomanía extrema.

El ex dirigente de Movimiento Ciudadano en Puebla es ahijado de Mario Marín Torres, el impresentable «góber precioso», pocos políticos pueden presumir tan notable padrinazgo. Al finalizar el sexenio marinista, José Juan se mudó al morenovallismo, pero solo por tres años; tras llegar a la alcaldía de San Pedro Cholula en el 2013, con el apoyo de la maquinaria electoral de Moreno Valle, Espinosa se graduó en el arte de vender caro su amor y se dejó seducir por López Obrador, no sin antes despotricar y maldecir al grupo político que le cumplió su sueño de ser presidente municipal de su tierra.

Tras ser humillado y exhibido como un «chaquetero» por los consejeros de Morena, ahora el llamado JJ (no es coincidencia que tenga el mismo apodo que un narcotraficante) ya piensa en abandonar el partido lopezobradorista, ya que alzó la mano para todos las candidaturas posibles y sólo cuatro personas votaron por él.

La cara dura de José Juan sin duda podría partir por la mitad a un diamante.

Lozano y Espinosa es la muestra clara de la decadencia política en Puebla, perfiles que sin ninguna vergüenza cambian de colores, ideologías e ideales.

Prostitución elite.

Acuérdense de estos dos parásitos, porque seguro que en las boletas electorales del 2018 aparecen sus nombres.

Pinches gandallas.